Amor en libertad

El amor de un padre o una madre hacia sus hijos es, sin lugar a dudas, de los amores más grandes y trascendentales que pueden llegar a experimentarse, sin embargo, a pesar de la grandeza e inmensidad de este amor, muchas veces éste no viene libre de expectativas. Es decir, que muchas veces es un amor condicionalmente incondicional; por más paradójico que esto puede sonar.
Al ser humano le gusta contar con un sentido de certeza, mismo que llega a manifestarse a través de tener ilusiones, anhelos, deseos, hacer planes, etc. Nada malo con esto, el tema es que muchas veces, hacemos planes que involucran también a otros sin haberlo antes consultado con ellos. Esto es lo que pasa con nuestros hijos. Muchas veces, desde que se encuentran en el vientre materno o incluso mucho antes, cuando nace la ilusión de ser madre o ser padre, comenzamos a hacer planes para nuestros hijos: desde cómo serán físicamente hasta las profesiones que adoptarán cuando sean mayores. Creo que de nadie esperamos tanto como de nuestros hijos y cuando nuestras expectativas no son cumplidas, nos sentimos tristes, nostálgicos, decepcionados e incluso enojados. Como padres y madres, a veces nos cuesta trabajo entender que los hijos vienen al mundo a través de nosotros y que sus vidas no nos pertenecen.
No he conocido persona alguna que haya ingresado a alguno de mis cursos o sesiones de coaching, libre de los estragos de la paternidad. Nadie nos enseña a ser padres, y tampoco nadie nos enseña a ser hijos. Es un arte que se aprende en el andar. Nuestra experiencia paternal no inicia cuando nos convertimos en padres, sino desde que estamos en el vientre materno. Como padres, hacemos lo mejor que podemos de acuerdo al nivel de consciencia con el que contamos, y nuestros padres han hecho lo mismo con nosotros. Como hijos, adoptamos los modelos y las ideologías que nuestros padres nos presentan, sin cuestionar alguno. Es sólo hasta que hacemos un alto en el camino y cuestionamos nuestro modo de operar, que surge la posibilidad de reconocer nuestros patrones y creamos la oportunidad para cambiar la forma en la que hacemos las cosas.
Como padres amamos inmensamente a nuestros hijos, y como hijos, sobre todo cuando somos pequeños, idolatramos a nuestros padres. Ellos son nuestro modelo, nuestro refugio, nuestra vida y lo más importante para nosotros... A tal grado, que hacemos todo lo posible porque nos vean, nos reconozcan, nos acepten y nos amen; muchas veces renunciando a nuestra verdadera esencia con tal de no perder el amor de papá o de mamá.
Hace un tiempo, pensaba en cómo había sido criada por mis padres y pensaba en cómo estaba criando a mi hijo Nicolás, de en aquel entonces, un año de vida. Pero sobre todo, pensé en cómo quería que creciera, cómo quería que fuera su experiencia de paternidad y las bases emocionales que quería contribuir a establecer en él. Fue así que varias frases vinieron a mi mente y decidí plasmarlas en un texto que escribí para él. Más que un texto bonito para Nicolás, es un recordatorio para mí, ahora que aún es pequeño, de que es un ser humano libre, aunque ahora dependa de mí, con todo el derecho a elegir su propio camino, exento de cualquier atadura que pudiera llegar a imponer en él. Y más importante aún, es también un recordatorio para mí, de que mi verdadera capacidad de amar a los demás radica en mi capacidad de amarme a mi misma, porque no puedo amar a otros, más de lo que puedo amarme a mí misma. Quizá si más padres comunicáramos esto a nuestros hijos, pero sobre todo, lo tuviéramos claros nosotros e hiciéramos este pacto con nosotros mismos, nuestras vidas serían distintas y nuestros corazones más sanos, más libres, más compasivos y más amorosos.
"Y si hoy, pudiera pedirte algo que recordaras el resto de tu vida, te pediría que NO ME AMES TANTO…
No me ames tanto... que te olvides de lo que tú realmente quieres, por complacerme a mí. No me ames tanto... que te olvides de lo que tú necesitas por pensar en lo que pudiera hacerme falta a mí. No me ames tanto... que tomes tus decisiones basándote en mí y no en ti. No me ames tanto... que te olvides de tu sueños por hacer realidad los míos. No me ames tanto... que abandones tu camino por querer seguir en el mío. No me ames tanto... que dejes de ser tú para convertirte en lo que crees que yo querría que fueras. No me ames tanto... que dejes de escuchar tu corazón, por querer permanecer en el mío. No me ames tanto... que llegues a creer que mi felicidad te corresponde a ti y no a mí. No me ames tanto... que te traiciones a ti por mantenerte fiel a mí. No me ames tanto... que te olvides de ti por pensar en mí. No me ames tanto... que comiences a vivir para mí en vez de para ti. No me ames tanto... que llegues a olvidar que yo TE AMO COMO ERES Y COMO SEAS, que mi amor por ti es incondicional e infinito y que acepto los caminos que decidas tomar por y para ti. Porque tu verdadera capacidad de amarme y de amar a los demás, radica en tu capacidad de amarte a ti mismo".
Marissa V.B.