Desafiando Estereotipos

Me atrevería a decir que todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos cuestionados si nuestro rostro, nuestro cuerpo o la imagen que proyectamos a través de la forma en la que nos vemos y actuamos, son bellos, son atractivos, son dignos de atención, admiración, deseo y amor.
Nuestra cultura se ha encargado de llenarnos de estereotipos y modelos que nos presenta como bellos y deseables desde hace siglos. Desde tonos de piel, colores de ojos y cabello hasta atuendos, accesorios, actitudes y comportamientos que nos vuelven más atractivos, más interesantes, más deseables, más bellos y finalmente: "más amables", es decir, más dignos de admiración, amor y cariño porque encajan con lo que se supone que deberíamos ser.
Los estereotipos pueden definirse como prejuicios que han sido socialmente aceptados por la mayoría. Los estereotipos aplican para todos, desde estándares de belleza física hasta carreras profesionales" Es el que sí y que no puede hacer una persona dependiendo de sus circunstancias. (Edad, raza, género, cultura, etc.)
Como sociedad, muchas veces aceptamos estos modelos sin cuestionarlos y convertimos estos estereotipos en nuestro estándar, nuestra guía para saber cómo es que debemos ser, actuar y vernos para ser aceptados, validados y admirados por los demás y sobre todo... para sentirnos cómodos con nosotros mismos.
No importa realmente cuál sea el estándar que la sociedad nos imponga, lo que se vuelve relevante es la importancia tan grande que solemos darle a la forma en la que nos vemos o proyectamos ante los demás, de modo que podamos sentirnos a gusto con quiénes somos. Nos comparamos, gastamos mucho dinero y aún más energía en encajar en estos moldes que nos marca la cultura. No sólo en la parte de los looks, sino también en lo que se supone que debemos hacer y en cómo debemos dirigir nuestro actuar para conseguir la aceptación de los demás.
Seguir estos estándares nos ha llevado a muchos a padecer trastornos alimenticios, lesionarnos mientras hacemos entrenamientos inadecuados y sin supervisión, odiar nuestra imagen en el espejo, someternos a cirugías estéticas, detestar nuestro trabajo, sentirnos frustrados con nuestra vida, endeudarnos hasta el cuello e incluso para muchos...quitarse la vida. Seguimos sin consciencia alguna los dictámenes que nos marca la sociedad y la cultura sin preguntarnos ¿Quién...? ¿Quién dice que se tiene que hacer así? ¿Quién dice que eso es lo que se necesita para ser aceptado? Y más importante aun, si no lo cuestionamos, lo aceptamos y vivimos permitiendo que esos estándares sean nuestra métrica de valoración personal.
Ante esto, la invitación que me gustaría hacer el día de hoy es a cuestionar cuáles son los estándares que has estado siguiendo. Para eso, puedes valerte de las siguientes preguntas:
Empecemos con la forma en la que vistes: ¿Por qué me visto de esta forma? ¿Quién me dijo que tenía que vestirme así? ¿Esto fue algo que elegí o es algo que simplemente heredé o acepté de alguien más? ¿Me gustaría usar ropa diferente? ¿Qué ha sido lo que me ha detenido?
Estas mismas preguntas puedes aplicarlas también a la parte de tu arreglo personal: peinado, maquillaje, afeitado, etc.
Sin embargo, más profundo y trascendental aún es cuestionarnos sobre nuestra forma de ser y de actuar. ¿Para qué hacemos lo que hacemos? ¿Cuáles son nuestras motivaciones? ¿Eso que hacemos, lo hacemos por nosotros o para agradar a alguien más? ¿De quién busco aprobación, admiración o reconocimiento a través de mis acciones? ¿A quién complazco con lo que hago? ¿Me satisface lo que hago o es una carga para mí? ¿Si pudiera hacer cualquier otra cosa en el mundo, seguiría eligiendo hacer lo mismo?
Nuestra imagen física (cómo nos vemos, cómo nos comportamos, qué decimos) es de suma importancia porque es lo que proyectamos al mundo, lo que los demás llegan a ver de nosotros. Es nuestra tarjeta de presentación y es el primer filtro que pasamos con los demás para ser "aceptados" y validados.
Lo que aún nos cuesta trabajo entender es que mientras no nos sintamos cómodos con nuestra imagen personal, tampoco podemos ser capaces de percibir la suficiente aceptación por parte de los demás. Mientras nuestro sentido de suficiencia no venga de adentro, no parecerá suficiente afuera. Todo lo que no es auténticamente nuestro tarde o temprano se hace pesado porque se siente falso. Tarde o temprano nos cansamos de actuar. Lo importante es aprender a sentirnos cómodos con quienes realmente somos, entendiendo que nunca podremos tener la aprobación de todos y reconociendo, sin embargo, que la única aprobación realmente importante es la nuestra. Porque cuando yo pienso que el otro piensa entonces realmente soy yo el que está pensando sobre mí mismo. Cuando yo doy validez a los comentarios de los demás es porque hay algo de eso en lo que estoy de acuerdo.
Sí, se paga un precio por ser auténticos, y sin embargo las ganancias son invaluables. Ser nosotros de forma auténtica nos ayuda a encontrar a nuestra verdadera "manada", aquella que realmente nos acompaña y aporta a nuestra evolución personal y espiritual y nos ayuda a desvincularnos de aquellas lealtades invisibles que quizá hemos podido estar conservando. Y sobre todo, ser nosotros mismos y aceptarnos como somos nos aporta un sentimiento de paz indescriptible.
Mi última invitación es a que cuando alguien te diga que no puedes, no debes, etc., te preguntes ¿quién es esta persona para decirme esto? Que te niegues a aceptarlo y que desafíes los estereotipos. Con amor, Marissa