Historia de una manía...

Cuando era una joven recién casada a mi abuela le encantaba sumergirse en su baño de burbujas dominical. Disfrutaba enormemente ese pequeño lujo antes de ir a Misa A mi abuelo, por su parte, le gustaba sentarse en su amplio coche a leer el periódico. De cuando en cuando, sin darse cuenta, hacía sonar el claxon como para avisar a mi abuela que el tiempo corría. Este detalle hacía que ella se molestara y le quitaba la paz tan deseada después de una dura semana de trabajos. Una mañana, a escasos minutos de haber entrado a la tina, mi abuelo sonó el claxon; ella, con la chispa que la caracterizó siempre, se envolvió en la toalla, tomó su bolso y salió a sentarse en el coche. ¡Vámonos¡ le dijo al sorprendido marido.
Con frecuencia tenemos manías inocentes para nosotros que desquician a quienes viven a nuestro alrededor.... dejar la pasta de dientes sin tapar, cambiar el canal de la TV incesantemente, interrumpir a quien está hablando, contar el final de la película... son detalles que poco a poco se van apilando y de repente llega la gota que derrama el vaso Es bueno ir allanando el camino de la convivencia haciendo un inventario de esas manías que pueden parecer sin importancia y proponiéndose desterrarlas y hacerlo como un obsequio o detalle para los otros.