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Más que un “trabajo”, nuestro “quehacer en la vida”


Sin lugar a duda, hoy por hoy, la carrera profesional juega un rol muy importante en nuestras vidas. Piénsalo así…Hay personas que pasan más tiempo trabajando, del que pasan haciendo cualquier otra cosa. Incluso muchas personas llaman al trabajo “su segunda casa”, y gran parte de ellos en realidad pasa más tiempo en el trabajo, de lo que pasa en su hogares.


Trabajamos, principalmente, porque es la forma en la que hemos aprendido que se consigue dinero y con éste, la forma de mantenerse a uno mismo. Sin embargo, hoy por hoy el trabajo es mucho más que únicamente un medio para cubrir nuestras necesidades básicas. El trabajo forma parte de nuestra identidad; forma parte de quién somos, es una expresión de nuestros valores y satisface nuestras necesidades de crecimiento personal y de contribución con la sociedad.


Desde que somos niños se nos pregunta qué queremos ser de grandes, qué vamos a estudiar, a qué nos vamos a dedicar. Crecemos sabiendo que algún día escogeremos qué es lo que haremos en la vida. Y nuestro proceso de crecimiento, básicamente hasta salir de la preparatoria, se vuelve una búsqueda de aquello que haré por el resto de mi vida.


Dependiendo de lo que hayamos aprendido en casa, tendremos distintas visiones del trabajo. Para unos es únicamente la forma de ganar dinero y con éste sostenerse y cumplirse gustos y deseos. Hacen el trabajo únicamente por la recompensa económica que recibirán por ello. Mientras que otros buscan el significado más allá del sueldo.


Estoy completamente de acuerdo en que, nos guste o no, necesitamos el dinero para vivir; sin embargo, estoy completamente en contra de hacer algo que no me gusta o que no está alineado con mis valores únicamente porque recibiré dinero a cambio. Para mí, el trabajo es mi quehacer en esta vida; va mucho más allá del depósito quincenal. Me brinda propósito, desarrollo personal, crecimiento espiritual y evolución como ser humano. Es mi forma de aportar al mundo. No es algo que hago únicamente por mí, sino que hago para los demás y por lo tanto tiene una trascendencia.


No sé si a ti te pasa, pero cuando he trabajado únicamente por dinero me noto de mal humor, estresada, molesta, gruñona y sin ganas de levantarme en la mañana para ir al trabajo. Detrás de mi estrés y mi mal genio se esconde la tristeza que siento dentro, de saber, que aquello que estoy haciendo, no me está aportando ese sentido de contribución, crecimiento y trascendencia que deseo. Y en esos casos he tenido tres opciones:

  1. Mantenerme cómodamente incómoda (porque dejar este trabajo implicará que tenga que buscar otro y esa transición puede ser muy dura), y seguirme quejando y estando de mal humor, mas no hacer nada al respecto.

  2. Resignificar mi trabajo, es decir, darle un nuevo sentido.

  3. Tomar mis cosas e ir en busca de aquello que me hace feliz y resuena con mi ser, aunque el proceso pueda ser duro.


Ninguna de estas opciones es fácil. Ni siquiera la primera. Porque, aunque parezca la opción más cómoda, merma en la salud física, mental y espiritual de la persona y a costos muy altos. Imagínate…Si pasamos la mayor parte de nuestro tiempo trabajando, y ese trabajo no nos gusta y no lo disfrutamos…entonces, ¿en qué estado emocional voy a estar la mayor parte del tiempo? ¿Qué impacto va a tener eso en casa, con mi familia?


Las razones por las que permanecemos en un trabajo que no nos satisface pueden ser muchas y una de ellas suele ser que no sabemos qué es lo que queremos hacer en realidad, o que no sabemos qué vamos a hacer si no es eso que ya estamos haciendo. ¿Qué es lo que te mantiene hoy haciendo lo que haces? ¿Lo disfrutas? ¿Te sientes pleno y realizado haciéndolo? Si no tuvieras que preocuparte por el dinero…¿seguirías haciéndolo?


Quizá ahora te cueste trabajo responder estas preguntas, quizá incluso sientas tristeza al responderlas; sin embargo, te aseguro que el trabajo personal aporta mucha claridad y que la claridad aporta un valor y un coraje que no sabías que tenías, para ir por aquello que anhelas.


Puede ser, también, que al menos, por el momento, creas que no puedes dejar tu empleo. Y eso es completamente válido. Quizá por el momento no lo estés disfrutando, o incluso casi lo odies. Sin embargo, hay algo que puedes hacer para sentirte diferente. Y a esto me refiero cuando hablo de este punto de resignificar nuestro trabajo. ¿Qué podrías hacer para disfrutar más lo que haces? ¿Qué te aporta este empleo? ¿De qué forma eso que estás haciendo aporta al mundo? ¿Qué puedes aprender de toda esta experiencia?


Si respondes estas preguntas desde un lugar de humildad y no desde un lugar de disgusto podrás sentirte diferente respecto al mismo. No se trata de que te quedes ahí, haciendo algo que no te gusta, por siempre. Se trata de cambiar tu estado para que puedas sacar provecho de la experiencia, puedas ver las cosas desde un punto de vista distinto y en un futuro tengas la claridad para trabajar en lo que realmente te apasiona. Porque si vas a pasar el mayor tiempo de tu vida trabajando, al menos que sea en algo que alimente tu espíritu y no en algo que lo consuma.


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