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Vivir con integridad: la respuesta a la paz interior



¿Qué piensas y que sientes cuando escuchas la palabra “integridad”?


La palabra “integridad” suele intimidar a muchos por la gran cantidad de estoicismo, valor y coraje que puede llegar a representar. Para muchos SER íntegros resulta una hazaña difícil de cumplir. Sin embargo, ¿qué es ser íntegro?


El ser humano está conformado por cuerpo, mente y espíritu. Nuestro espíritu guarda nuestra verdadera esencia; nuestra mente alberga nuestras creencias, valores e ideologías y nuestro cuerpo las refleja en el mundo material a través del habla y el comportamiento.


A lo largo de nuestra vida, vamos adquiriendo una serie de normas, códigos, valores, creencias, etc. que nos sirven para saber como navegar por esta aventura a la que llamamos “vida”. Estas normas, códigos, valores, creencias, etc. llegan a nosotros de primera mano, por parte de nuestros cuidadores: papás, abuelos, maestros, gente con la que pasábamos tiempo y que representaban figuras de autoridad y eran nuestro ejemplo en ese momento determinado de nuestras vidas.


Conforme vamos creciendo vamos tomando un poco más de consciencia sobre quiénes somos y sobre qué es aquello que es importante para nosotros. En estos momentos, es muy probable que vayamos adoptando nuestras propias normas. La adolescencia, por ejemplo, es un momento de nuestras vidas en el que solemos “revelarnos” contra lo que se nos ha impuesto, cuestionarlo y adoptar un nuevo set de reglas bajo las cuáles deseamos vivir nuestra vida.


Sin embargo, también sucede lo contrario y muchas veces no cuestionamos esas normas, o al menos no todas, y seguimos viviendo bajo las mismas que nos fueron impuestas. Seguimos conservando creencias, valores y pensamientos que heredamos de aquellos que cuidaron de nosotros cuando éramos pequeños, principalmente, nuestros padres.


La palabra integridad, justamente se refiere a integrar, lo que pensamos, con lo que decimos y hacemos. Cuando hay congruencia entre lo que decimos, pensamos y hacemos entonces estamos siendo íntegros.


Para ser íntegros primero es importante que tengamos un código de conducta en el cuál podamos distinguir lo correcto de lo incorrecto, lo adecuado, de lo inadecuado, la apropiado de lo inapropiado…Es decir, tener un parámetro bajo el cuál nos vamos a regir. El mundo nos brinda ya uno en el que entendemos que ciertas cualidades, por ejemplo: ser honestos, justos y confiables, es “lo correcto” y que actuar de la forma opuesta es lo “incorrecto.” Lo que se vuelve interesante es comenzar a determinar, según nuestro propio código qué comportamientos son adecuados y cuáles según nuestro parecer, no lo son.


La integridad personal forma parte importante de nuestro autoconcepto, de quiénes creemos que somos. Sostiene nuestra identidad y por lo tanto, nuestro sentido de "YO". Cuando actuamos de alguna forma que entra en conflicto con lo que pensamos o decimos, entonces estamos faltando a esa identidad. Y por si fuera poco, atentamos contra la confianza que tenemos en quienes somos y contra nuestro código de conducta. A simple vista, esto parecería no ser tan grave, sin embargo, cuando este comportamiento se repite constantemente, vamos también perdiendo confianza en nosotros mismos, nuestro sentido de valía se reduce y comenzamos a perder rumbo.


Cuando nos comportamos de una forma que va en contra de nuestras normas, valores, creencias, etc. entonces entramos en conflicto con nosotros mismos, transgredimos nuestras normas y nos faltamos al respeto. Es en ese momento en el que atentamos contra nuestra integridad personal y por lo tanto contra de nuestra autoestima.


El nivel más elemental de la integridad personal implica cuestiones como: ser honesto, decir la verdad o no mentir en la mayoría de los casos; ser confiables, cumplir lo que prometemos y predicar con el ejemplo. Todos tenemos una brújula interior y podemos detectar con facilidad cuando no la estamos siguiendo porque entramos en conflicto con nosotros mismos, nos sentimos a disgusto.


Y si bien la práctica de la integridad no garantiza que tomemos la mejor decisión en cuanto a lo que creemos que “nos conviene más” si es una decisión tomada con integridad, siempre es la más conveniente para conservar la paz dentro de nosotros mismos.


En la práctica de la integridad no importa tanto lo que decimos sino lo que hacemos. Decir muchas veces es más fácil que hacer, sin embargo, si nuestro actuar no esta alineado con nuestro decir y nuestro hacer, la integridad no puede llegar a ser.


Para muchos de nosotros puede resultar sencillo cuestionarnos el por qué deberíamos ser íntegros cuando muchos otros no lo son. Y mi respuesta sería: por amor y fidelidad a ti. Porque nuestra autoestima no nos juzga por lo que hacen los demás, sino por lo que hacemos nosotros mismos. La verdadera autoestima no se centra en los demás, sino en uno mismo.


Uno de los grandes autoengaños que atentan contra nuestra práctica de la integridad es el decirnos a nosotros mismos que nadie más que nosotros lo sabrá. Esto sólo nos indica que estamos dando más importancia a la opinión de otros, que a la propia. Sin embargo, cuando se trata de la autoestima el único juicio que se vuelve realmente importante es el propio y éste se vuelve extremadamente implacable y severo cuando se trata de uno. Y entonces casi sin dudar, experimentamos culpa y autorreproche por habernos traicionado.


Cuando fracturamos nuestra integridad, hiriendo nuestra autoestima, lo único que puede curarlo es regresar a la práctica de la integridad.


Cinco pasos para recuperar nuestro sentido de integridad tras haber transgredido nuestras normas:


1.Tomar responsabilidad sobre lo que hicimos: admitir, aceptar y afrontar lo que hicimos.

2. Buscar la comprensión sobre lo que nos llevó a actuar de esta manera. Extraer un aprendizaje.

3. Si han participado otras personas, reconocer de forma expresa a la persona o personas a las que pudimos haber lastimado. Pedir perdón.

4. Tomar acciones concretas que puedan minimizar el daño causado.

5. Comprometernos a aprender de lo que pasó y comprometernos firmemente a comportarnos de manera diferente de ahora en adelante.


Hasta que no enfrentamos las fracturas en nuestra integridad, seremos acechados por la culpa y por mas actos buenos que hagamos, en realidad sólo un acto de integridad podrá reparar nuestro sentido de valía.


Y ante la duda de cómo actuar imagina cómo te sentirás en ambos escenarios. Tan sólo el simple hecho de dudar es ya una señal que te da tu brújula interior de que por ahí no es el camino. Ante la duda, no hay duda. La señal de que estamos haciendo lo que es correcto para nosotros y viviendo con integridad es la sensación de armonía, paz y tranquilidad que podemos experimentar con nosotros mismos.

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